¡Bienvenido(a) a la noche de Walpurgis!

“¿Quién le teme a Virginia Woolf, Virginia Woolf, Virginia Woolf?”. Así se erige la tonada del vaticinio vuelto canción, o mejor aún, del conjuro constante en el transcurso de la noche de Walpurgis (o noche de las brujas), modulado, en más de una ocasión, en escena. Los espectadores atentos, dentro del Foro Escénico del Museo de la Ciudad de Querétaro, guardan silencio a la espera del sobresalto.

La oscuridad florece como la peste hasta desbordar a los protagonistas. El caos que supone aquella celebración «pagana” durante el 30 de abril y 1 de mayo, radica en la liberación de lo convencional, a fin de abrirse camino ante las etiquetas terrenales.

Es así como Guilhem Luycx, quien dirige y adapta la aclamada obra de Edward Albee «¿Quién le teme a Virginia Woolf?», retoma el peculiar rito para expulsar los demonios reprimidos de George (Fabián Puebla), Martha (Mafer Hurrle), Melina (Cecilia Gaxiola) y Nick (Marcos Maldo), de manera desafiante.

El encuentro del aquelarre, representado por ambos matrimonios, supone el inicio de una noche llena de juegos lacerantes que los llevarán al límite y así desentrañar, ante la mirada del otro, lo que pocas veces se atreven a enfrentar por sí mismos: el miedo a romper las ilusiones, el temor a la vida.

Con la interpretación meticulosa e implacable de Mafer Hurrle y Fabián Puebla, se exhibe la unión más longeva e irreparable entre Martha y George. Personajes obsesivos con el rencor mutuo, que no desaprovechan la oportunidad de generar disputas ingeniosas hasta lograr aniquilarse.

Destrozados, sostienen la fachada gracias a un hijo impostor del que prometen no hablar. Sin embargo, las copas encima hacen su labor y Martha, junto a la frustración que la envuelve, nos hace partícipes del secreto. La desdicha ahora se torna en reproches más violentos y traiciones consensuadas por la ira.

A la par, Nick y Melina, el matrimonio más joven, aparece en escena con el rostro desencajado en gran parte del espectáculo. Incómodos vislumbran en primera fila los arrebatos de sus anfitriones que, más temprano que tarde, se transformarán en el reflejo de su fallida relación.

Cecilia Gaxiola junto a Marcos Maldo encarnan a la dupla visitante. Sus actuaciones enérgicas logran transmitir la férrea necesidad de los personajes por preservar las apariencias. Aunque no hay sino una constante decepción que sale a flote una vez que se ofrece el impulso correcto.

Melina (Cecilia Gaxiola) desmantela los artificios detrás de las sonrisas educadas en su relación e interpreta el monólogo más extenso de la obra, incitándonos a reflexionar sobre los estereotipos a los que “deben” ceñirse las mujeres (no sólo de la época). 

En tanto a Nick (Marcos Maldo), a quien se le define como “ambicioso”, materializa el apático esfuerzo por salvaguardar sus intereses, del mismo modo que apacigua su verdadera orientación, paralelo a los deseos exteriorizados de George.

El vaivén de imprudente sinceridad, alentada por vasos incontrolables de alcohol, no son sino un aliciente para terminar de revelar las falacias causantes de la desdicha compartida.  

Los demonios desatados son el culto deshecho casi al final de la noche, donde la luna llena resurge junto a la ronda que exorcizará, con mucha o nada de suerte, los males acumulados.

George da la estocada definitiva a los participantes. Finaliza dirigiéndose a una Martha apenas en pie y comete el peor de los crímenes. El hijo que con tanto esfuerzo fue moldeado durante 16 años, daba conclusión al juego. “Lo maté, Martha, conoces las reglas (…)”, dicta el sacrificio tajante.

La primera noche de Walpurgis concluye. Los invitados se marchan al amanecer, mientras George y Martha aceptan el desasosiego que les depara la existencia. El augurio inicial retumba desde el fondo de la garganta del protagonista; no obstante, la amarga declaración de Martha nos deja un sabor melancólico. Oscurece en el foro. Los aplausos no se hacen esperar.

Por: Andrea Luna

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